domingo, 7 de agosto de 2011



Ojos distintos.

Cultura distinta.

Ellos. Nos observan desde fuera, observan nuestro lugar de distinta forma y aprenden sobre él y lo aman.

Nosotros. Aburridos del paisaje, no apreciamos nuestra ciudad, desconocemos su historia e incluso llegamos a odiarlo.

Si cogemos a uno de ellos y a  uno de nosotros, haremos una bonita mezcla. Solo nos hace falta pasar un día con un extranjero, enseñarle nuestra ciudad y nos daremos cuenta de lo que tenemos, él encontrará una flor en la que tú nunca te hubieras fijado y le sacará una foto, y tú también, pero si no hubieses estado con él probablemente la hubieras pisado. ¿Qué extraño no? Algo que está ahí y según con que ojos lo mires puede desaparecer.

Ojalá pudiéramos ser siempre extraños en nuestra propia ciudad, apreciando todos y cada uno de los rincones que hay en ella.

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